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DIANA MANDIÁ - Santiago - 03/06/2011
Manuel Ignacio González Yebra-Pimentel es médico de familia en Vigo y silvicultor autodidacta en Carballedo, el municipio del suroeste de la provincia de Lugo en el que en 2002 inició un singular plan de jubilación: una plantación de castaños que ya ocupa ocho hectáreas repartidas en 43 fincas, adquiridas ex profeso para el proyecto. Casi diez años después de la compra, los primeros mil árboles crecen, desafiando las escasas lluvias y algunas enfermedades, como la tinta, causada por un hongo que seca las ramas. 'Soy doctor, así que también trabajo en la prevención, en el largo plazo. No es tan diferente a esto', bromea.
Hoy cultiva una variedad portuguesa, dulce y apta para 'marron glacé'
En el caso de la plantación de castaños, ese 'largo plazo' es de 15 años, los que le quedan para la jubilación -tiene 50 ahora- y los que necesitan los árboles para alcanzar su producción máxima. Por sus consultas a propietarios de Francia y Portugal, los dos países con una gran tradición productora, sabe que en algo más de una década podrá recoger unos 6.500 kilos de castaña por hectárea, aunque para asegurarse la jubilación se contentaría, asegura, 'con 5.000'. En realidad todavía está aprendiendo. El primer año, erró en la variedad elegida, un híbrido japonés-europeo que fue a buscar al sur de Francia, muy resistente a las plagas pero muy tempranero, porque daba fruto a partir de la segunda semana de septiembre. 'La castaña para ser consumida pide frío', le aconsejó otro propietario. Por eso se decantó por una variedad portuguesa, la judía, más tardía, sin tabique interno, dulce y apta para elaborar marron glacé.
Las 43 fincas compradas en Carballedo -justo al lado de Chantada, de donde era originaria su familia materna- eran prados y monte bajo, matorrales y toxos 'con peligro de arder'. Antes de pensar que podía asegurarse el retiro como silvicultor, Yebra-Pimentel solo conocía el monte como alpinista, y como propietario de cinco castaños en una finca de Tomiño, que en 1995 dieron tanto fruto que después de repartir entre familiares y amigos aún quedaba producto sin colocar. Aunque al principio le interesaba más recoger los erizos que habían caído al suelo, acabó vendiendo el fruto por 120 pesetas el kilo y sacó 20.000.
Visto el éxito, y después de hacerse socio de la Asociación Forestal de Galicia, se le ocurrió que las castañas podrían darle ingresos suficientes para la vejez. A su favor tiene el gusto por el monte -'me encantan las frondosas, las coníferas no me hacen tanta gracia', cuenta- y los consejos de colectivos de productores de Francia y Portugal, mejor organizados y buenos conocedores de las posibilidades de cada variedad de castaño. Gracias a un manual francés resolvió el problema que arruina parte de la producción si el fruto no se consume rápido, la llegada del gusano. Si durante nueve días se meten las castañas en un recipiente con agua fría, las larvas se mueren y el bicho no sale. Esta temporada ensaya con una colmena colocada en la finca, porque ha leído que la actividad polinizadora de las abejas aumenta la producción de los castaños. También con boletus, cuya relación simbiótica con algunos árboles favorece la absorción de fósforo. Además, tiene a prueba un sistema de riego por goteo, raro en los sotos, para aliviar la sequía del interior de Lugo en los meses de primavera y verano. La ausencia de lluvia limita el crecimiento de la castaña y también su precio en el mercado, que oscila entre los 0,60 y 3 euros.
Hoy, y tras invertir más de 90.000 euros en la adquisión de fincas y árboles -sin injertos, cada planta cuesta entre 2 y 3 euros-, Yebra-Pimentel reconoce que 'el negocio perfecto' sería controlar todo el proceso hasta 'la venta en el carrito de las castañas asadas', aunque el plan realista pasa más bien por vender el fruto seco a empresas de la zona o a compradores al por mayor. 'Galicia produce el 50% de la castaña de España, aunque después eso en Mercamadrid no se ve, son los extremeños los que más venden', señala. Galicia todavía está muy lejos de las extensas plantaciones y la recogida mecanizada habitual en las fincas extremeñas. El interés por los sotos de la Galicia interior, con la excepción de algunas marcas familiares, todavía está despertando, y muchos de los que descubren las posibilidades económicas del castaño son hijos del éxodo rural, como el propio Yebra-Pimentel, que nació en Chantada pero se crió en Vigo. 'Para los urbanitas, el monte es muy cómodo, porque da mucha libertad. Yo vivo en Vigo, pero puedo estar perfectamente un mes sin venir'.