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Eduardo Olano
Fecha de publicación: 20/2/2011
Próxima al puente del Milenio existe una rotonda que, de inicio, formaba un túmulo grisáceo, sórdido e insulso. Casi recién nacida, el Concello decidió cambiar tan siniestro ornamento por unas estructuras metálicas por donde asoma, tímido, el verde vegetal que alegró un tanto el panorama. Es obvio que cambio tan tempranero habrá incrementado, por imprevisión, el costo de la obra aunque, como siempre, no hay responsables del dispendio. Cercana al puente Ribeiriño otra rotonda luce por decoración una canija réplica del puente romano. Parece ser que se rehará pues la autoridad competente reconoce ahora lo ridículo del motivo ornamental. Obra repetida, doble gasto. Y nadie se disculpa por tal engendro. Y con este lamentable historial de glorietas fallidas y repetidas nos anuncian desde la alcaldía el no va más de las rotondas allá por Marcelo Macías en cuyo centro se ha plantado un olivo del que nos cuentan, vaya camelo, que cumplió 620 años, comprado en Tarragona por 12.000 ?, porte incluido. Y a mi me parece, y así lo digo, que es un gasto absurdo, innecesario y casi ofensivo. Porque las gentes queremos que nuestras rotondas representen, enseñen y recuerden a Ourense con un solemne carballo, rey del bosque, o con un recio castaño, con o sin caracocha, o con un teixo eterno y evocador de los sabios druidas. ¡Si estos árboles supieran que un olivo maltratado y contrahecho ocupa su lugar!
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